Caballo

 

Posiblemente, una de las más bellas estampas cuyos acompasados y nobles movimientos sólo pueden ser captados y definidos por imprecisos trazos como los de Rodin o de Marée. Desde tiempos inmemoriales, el caballo trota sobre el lienzo de los sueños del hombre; sobre otros lienzos de otro tipo de sueños, acude a él con los ojos abiertos. Así nace el caballo de la tierra, durante la noche: ser ctónico, negro, maléfico. Al despertar, se dirige al cielo, durante el día: ser celeste, blanco, benéfico. Ambivalencia total. Asociado al fuego, al agua, al aire, al sol, a la luna. Es la imagen perfecta del inconsciente galopando por el mundo de los deseos. El caballo es montura y destino. Guía en la oscuridad cuando el jinete duerme; es simple cabalgadura cuando el jinete ve. Sustituto de carencias. El caballo despierta la imaginación y también la naturaleza: símbolo de vida y regeneración. Tal vez por eso el caballo es el rostro más perfecto del símbolo. Lo positivo y lo negativo, la vida y la muerte, el todo y la nada, lo celeste y lo terrestre, galopan unidos sobre el caballo blanco/negro del tiempo preciso/implacable.

Aquiles sacrifica caballos para que conduzcan a Patroclo, su amigo, por el Hades/Infierno. Hombres caballo forman parte del cortejo de Dioniso. Deméter engendra un caballo. Forma de yegua tienen las Harpías. Pegaso, el caballo alado/celeste, surge de la tierra fecundada por la Gorgona. Pegaso hizo brotar la famosa Fuente del Caballo (Hipocrene) inspiradora de las Musas. (Hay muchas creencias dispersas por todo el mundo que ven en los cascos de los caballos la fuerza para hacer brotar fuentes). Centauros, silenos y sátiros son seres mixtos hombre/caballo. Hasta Platón, en Fedro, habla de dos caballos para referirse a la fuerza y a la razón.

Son impresionantes las descripciones que nos han transmitido los sacrificios de caballos en Roma con el objetivo de acaparar la victoria. El hecho de que les cortaran la cola, como en África la del buey, se debía al propósito/creencia de conseguir buenas cosechas.

Los chamanes montan caballos; a la muerte del chamán atan el caballo al lecho para que guíe el alma del difunto en su último peregrinar. Los chamanes acostumbran usar un bastón acodado en forma de caballo para que le conduzca. [Es equivalente al palo de escoba para las brujas.]

Para los chinos, los neófitos en la iniciación son llamados potros. El diablo destructor entre los seguidores de Zoroastro tiene forma de caballo. Pálido es el caballo del Apocalipsis/Muerte; pero majestuoso es el del Cristo, fiel y auténtico (Ap 19,11). El caballo es la montura de Budha, de Kalti, de Mahoma. Los caballos tiran del carro del sol. Así es tanto para Apolo como para el profeta Elías, tanto para Mithra como para el Faraón.

Los galos tenían a la diosa Epona, de características parecidas a la Cibeles griega, que aparece sentada con la mano apoyada sobre la cabeza de un caballo. Los antiguos escandinavos solían sacrificar un caballo intentando encontrar en sus vísceras signos/augurios que les permitieran elegir bien. Los tibetanos daban culto a Kannon, dios con cabeza de caballo. También en China se inmolaban caballos; en sus leyendas, se habla del Señor de los establos del cielo en el que hay caballos blancos como el hermoso Tang Seng. En el hinduísmo, Vishnu, en su décima encarnación, es un caballo blanco, el mismo que un día aparecerá para romper la tierra con su casco a fin de que brote el tiempo de la virtud y de la pureza. En el templo de Nikko, en Japón, es venerado el caballo blanco de Iyegas.

El simbolismo fundamental de todas estas representaciones —al igual que cuando se enganchan caballos negros a los carros funerarios— es siempre la misma: Sabiduría celeste, Palabra verdadera, Belleza resplandeciente.

El caballo desbocado, sin freno, sin brida, es símbolo de la impetuosidad. Como caballos son los sentidos que, enganchados al carro del espíritu, se verán sublimados al ser envueltos por la luz. El caballo es símbolo de la abundancia cíclica/dinámica, pues su rapidez es asociada al tiempo que transcurre de la primavera al invierno, cruzando el calor/frío así como la siembra/cosecha. A veces es visto como símbolo de lujuria, pero representa el valor para la lucha en la mayoría de las expresiones heráldicas. El caballo va unido al auriga que domina todo lo que en él hay de instintivo/pasional.

En el mundo de los sueños, ver un caballo desbocado alerta sobre instintos no dominados; un caballo negro apela a la muerte y a la libido; un caballo blanco habla del espíritu creador. Dicen que todo caballo es, en los sueños, indicio del paso de un estado a otro; pero no hay que pensar que es el paso de la vida a la muerte (en algunos países como Alemania o Inglaterra, sí); es más sublime el paso de la ignorancia a la sabiduría, de la oscuridad a la luz.

Algunos lo ven como un símbolo por medio del cual el insconsciente añora a la madre, siempre buena. Posiblemente, en este creencia se asienta aquella otra que ve en la herradura del caballo la buena buena suerte, aunque yo me inclino a pensar que esa creencia se basa en Pegaso y su fuente.

Del simbolismo del caballo, si bien sublimándolo, participa el caballero: espíritu dominador que cabalga sobre la materia. Es el mismo sentido del estar de pie sobre un «pedestal», o sentado sobre un trono: dominio. Los caballeros son representados con distintos colores: negro, blanco, rojo, verde. Un caballero negro es el sufriente y luchador que será coronado con la gloria. Un caballero blanco es el elegido y protegido por los dioses. Un caballero rojo es el héroe en mil empresas. El caballero verde es el «aprendiz». [Este último, desde el punto de vista de la alquimia; porque desde el punto de vista literario/legendario, es prototipo del caballero. Un ejemplo de esto último es Robin Hood.]

Estos «caballeros» resumen los pasos que van desde la iniciación a la perfección, tipificados en ritos que, empezando por el adiestramiento en el uso de las armas, llegan hasta el culto a la dama. [Hay pinturas y bajorrelieves en los que monjes y ascetas «no egabrenses» cabalgan sobre cabras: dominación de los instintos.] También está el caballero andante y errante en pos del cumplimiento del ideal: Alonso Quijano el Bueno. Y hoy, perdidos ya tantos ideales caballerescos, sólo parece haber una cabalgadura y un personaje que se puede identificar recordando a Quevedo: «Poderoso caballero es don dinero».

El caballo, símbolo ambivalente, celeste/terrestre, solar/lunar, representa al hombre mismo. Éste puede ser como el Cid y Babieca, uno solo; o como Alonso Quijano y Clavileño, un sueño; o introducirse en el vientre del de Troya, un luchador; o puede convertirse en caballito de Bamba, insignificante; o haciendo de escudero a Odin montando su caballo de ocho patas Slepnir: un servil. Pero, sea lo que fuere, el caballo estará siempre ahí con su rico simbolismo, sólo superado por la belleza, nobleza y majestuosidad que él mismo manifiesta.

 

© León Deneb